Durante toda la vida, cada uno de nosotros es influenciado
por dos fuerzas opuestas: los deseos de cambiar y los deseos de seguir igual.
Una parte de nosotros, se siente atraída por los viejos
sistemas y por lo más familiar, por ejemplo, preferimos a los amigos actuales y
el libro que confirma nuestras creencias. La otra parte busca lo nuevo, algo
mejor, experiencias nuevas.
Esta ambivalencia es natural y normal. Lo nuevo nos trae un
elemento de excitación, pero un cambio es una amenaza, ya que tenemos miedo de
no poder tratar con la nueva situación y quedar peor que antes.
El cambio no necesariamente tiene que ser positivo. Pero
también el progreso, bien sea de una persona, un país, o incluso en la vida de
la humanidad, tan solo es posible si algo cambia.
Todos los días en las redes sociales exponemos nuestras
ideas, opinamos sobre diferentes temas buscando influenciar —en ocasiones
indeliberadamente—, pero al mismo tiempo somos influenciados por lo que leemos
y vemos. Por lo tanto, muchas veces cambiamos nuestra forma de pensar.