La palabra violencia desde hace mucho
empezó a formar parte de nuestra vida cotidiana hasta tomarla como algo normal.
Desde hace muchos años se ha dejado sentir con más intensidad, ¿pero, por qué?
¿qué factores la propician?. Esas deberían ser las interrogantes.
Se ejerce tanto física como en forma
discursiva la violencia. Hoy no hablaré sobre la violencia política que ha
ejercido Felipe Calderón, ni de la violencia estructural; la cual sufre la
mayoría de los mexicanos por la desigualdad social, tampoco de la violencia
cotidiana; la cual está relacionada con las prácticas y las expresiones de
agresión interpersonal. Analizaré la violencia simbólica, específicamente la
que ejerce López Obrador sobre sus seguidores.
El “Pejismo” no es una ideología
política, es una doctrina, la cual se basa en el precepto “quien no esté
conmigo, de manera incondicional, está contra mí”, este es el paso para entrar
al terreno de la violencia discursiva y hasta física. Mucho se ha escrito y
hablado sobre este tema, pero hoy, le daré un enfoque diferente, partiendo
sobre los conceptos desarrollados mayormente por el sociólogo francés Pierre Bourdie
en la década de los 70.
La violencia simbólica está ligada
principalmente a los aspectos socioculturales y se da cuando en una relación de
dominación, el dominado solo dispone, de tal modo que esta violencia es la más
sutil pero no por eso es menos peor que la violencia física. El efecto de la
violencia simbólica no se produce en el nivel de la conciencia, ni de la
voluntad, sino en el de la percepción y el hábito,
Este tipo de violencia opera a un nivel
tan íntimo, que los dominados cooperan en su propia opresión al percibir y
juzgar el orden social a través de categorías que lo hacen parecer como algo
natural y evidente, incluso para los sometidos —Pejismo como doctrina—. Obrador
aprovecha este poder simbólico, inculcando cierta cosmovisión arbitraria,
haciendo creer que él tiene la autoridad legítima.
La relación de Andrés Manuel con sus
seguidores es una trama interminable de fuerzas, dice Bourdie, que creer la
mentira no es precisamente un acto de inocente credulidad. Creer la mentira es,
de hecho, crear la verdad. En este patriarcado, lleva a tener involuntariamente
reacciones en los individuos —vergüenza, rubor, timidez, ansiedad, culpabilidad,
odio, rencor, etc—, estas emociones corporales son maneras de someterse a la
opinión dominante.
De esta manera los Pejistas se han vuelto personas programadas, sin
alternativas, que están sometidas a un líder espiritual al cual se le debe
creer y obedecer, lo vemos en sus declaraciones y acusaciones sin datos y que ellos lo
reducen en actos de fe, aunado con notas periodísticas, muchas de ellas con
información manipulada y tendenciosa. Se cree lo que se quiere creer.
Propongo a los pejistas que tengan un
criterio propio y no la dependencia hacia la perspectiva uniforme de Obrador y
sus medios de comunicación aliados. Pasión, naturalmente, pero equilibrada con
inteligencia y análisis. Hay que desprogramarse, para no estar sometidos al
arbitrio de su líder espiritual.
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