“Tiempo de nacer,
y tiempo de morir; tiempo de plantar, y
tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de
destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de
endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar
piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse a abrazar; tiempo de buscar
, y tiempo de perder; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y
tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y
tiempo de paz.”
Estos pensamientos subrayan la lucha de fuerzas opuestas que
generalmente ocurren dentro del individuo. El hombre está consciente de su capacidad
para el bien y el mal, y con esta consciencia, nace la ambivalencia. La
coexistencia de fuerzas que se oponen dentro de nosotros mismos, tiende a
confundirnos y amenazarnos. Y, sin embargo, ante la realidad de pensamientos,
sentimientos y actitudes ambivalentes, solo disponemos de la alternativa de la decisión,
la cual si es retardada, causa un estado de tensión permanentemente negativo.
Somos responsables de las resoluciones de las fuerzas de un conflicto
dentro de nosotros mismos; tenemos que optar por un curso de acción definido. En el relato de la Biblia, Dios expulsa a sus
criaturas de paraíso, dándoles la oportunidad de redactar su propio destino.
Esta oportunidad nos ha sido extendida a nosotros, ya que se nos ha
proporcionado la libertad de elegir. Disponemos de esta libertad, pero con
frecuencia no hacemos uso de ella porque el temor y la incertidumbre nos paraliza.
Pero, una de las realidades de la vida es que constantemente tenemos que hacer elecciones y tomar decisiones.
A veces nos encontramos empujados en cierta dirección, pero
no queremos abandonar las alternativas porque claramente carecemos de garantías
al tomara una decisión. La
ambivalencia que nos caracteriza es natural.
No hay nada de malo en que temporalmente
no podamos definirnos y luego decidir. Pero es el retardo de la resolución de
la ambivalencia lo que puede tener consecuencias devastadoras. Debemos de
partir del hecho que nuestro juicio puede fallar y no podemos hacer siempre
cálculos exactos, ya que nuestro mundo funciona de modo tan irregular.
Tomar una decisión siempre lleva implicados ciertos riesgos.
Planeamos, especulamos y calculamos las circunstancias antes de elegir. Frecuentemente,
el proceso de selección lleva tiempo, ya que incluye la exploración y la
anticipación de consecuencias. El problema es que al decidir, casi siempre
optamos por lo familiar, ya que naturalmente tenemos miedo a lo desconocido. La
resolución de la ambivalencia casi nunca es posible cuando evitamos enfrentar
la posibilidad de un futuro desconocido.
Cuando tenemos satisfechas nuestras necesidades físicas
básicas, el elemento más importante a buscar es la seguridad emocional, la cual
nos puede mover hacia libertad genuina. El bienestar del hombre debe de surgir
de una interacción efectiva que suministre equilibrio entre la mente y el
cuerpo. Esta dualidad es bien conocida por todos. La mente puede afectar el cuerpo,
por ejemplo, creando ciertas enfermedades. Y, a la inversa, cualquier
enfermedad orgánica puede tener efectos profundos sobre la mente.
Esta dualidad es una de las realidades de nuestra vida emocional.
Podemos amar y odiar al mismo tiempo. La ambigüedad de sentimientos casi nunca
es aceptada por la gente que asegura amar, pero es una realidad. Por supuesto,
cuando se ama profundamente a otra persona, no es fácil encontrar el equilibrio
a las fuerzas que se le oponen a esta emoción. Pero si es posible encontrar o
llegar a un estado de tensión saludable. Nunca una emoción profunda como el
amor existe libre de fuerzas antagonistas.
En conclusión: la vida en sí es una paradoja. Desde que
nacemos se nos condena a morir. Apreciamos el gozo pero solo cuando hemos
sufrido. De la privación aprendemos lo que es la abundancia. Nunca hay risas
sin que antes haya habido lágrimas. No podemos sentir que estamos conquistando
el mundo, cuando no nos hemos sentido oprimidos por él. Y son las actitudes contradictorias
las que precisamente nos ayudan a sostener un estado de tensión creativa. La
vida implica una tensión permanente; lo que hagamos con sus fuerzas
ambivalentes depende de la naturaleza de la tensión.
Exigimos democracia solo cuando la hemos perdido.
ResponderEliminarPero no puedes perder algo que tienes; ahí la paradoja.
EliminarINTERESANTE ARTICULO, PORQUE NOS HACE REFLEXIONAR SOBRE LO QUE NOS MOTIVA A HACER LAS COSAS Y TENEMOS QUE DISFRUTAR LOS TIEMPOS BUENOS APRENDIENDO DE LOS TIEMPO DIFICILES.
ResponderEliminarExacto.
Eliminar"Nunca hay risas sin que antes haya habido lágrimas." Y pensar que al nacer se llora...
ResponderEliminarpor eso, cuando la vida me diga que baile, pues bailaré y no seré como antes.
ResponderEliminarDefinitivamente hay circunstancias en esta vida que no tienen explicación
ResponderEliminarEn esencia mi querido prójimo, vida y muerte.
ResponderEliminarEs en eso que esta tu paradoja!
ResponderEliminar